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Al otro lado del teléfono se encuentra la trabajadora social del Hospital Roosevelt, quien le pide ayuda para que reciban en ese hogar a un bebé de tan sólo 24 días de nacido que fue contagiado con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) por su madre -quien, debido a la avanzada condición de su propio padecimiento, no puede cuidar de él-.
Como siempre, sor Ilse responde: “Pues bienvenido sea”. Será el pequeño número 32 a su cargo; todos, de diferentes edades, desde recién nacidos, hasta adolescentes, pero con un denominador común: el VIH.
Han sido llevados a este hogar por distintas razones, entre ellas, que han quedado huérfanos, han sido abandonados o los remiten juzgados de menores.
Cinco de ellos son recién nacidos, y tres padecen trastornos físicos -como parálisis, retardo mental, o problemas de habla y de aprendizaje-. Estas afecciones, según sor Ana Marina Pérez, quien hace las funciones de maestra, son consecuencia del mismo VIH.
También hay tres adolescentes internos en el hogar porque fueron víctimas de explotación sexual o violación.
Transmisión vertical
Sor Ilse cuenta que la mayoría de los menores actualmente internos adquirió, durante su nacimiento, el virus de sus madres, es decir, lo que se le denomina en términos médicos “transmisión vertical”. Por lo general, muchos de estos pequeños eran remitidos a centros estatales, donde no recibían cuidado especializado y su esperanza de vida era mucho menor; por esto se fundó el hogar, hace año y medio. Comenzaron con cinco niños, y hoy son más de 30.
Mariel Castro, directora del Programa Nacional contra el Sida, del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, informa que un promedio de cinco mujeres son registradas mensualmente como portadoras del VIH en los hospitales San Juan de Dios y Roosevelt, en la capital, así como en el de Coatepeque, Quetzaltenango, y en el de Izabal. El 15 por ciento de ellas podría transmitir la enfermedad a sus hijos.
“La mayoría de reportes se recibe de los hospitales nacionales de la capital”, resalta Castro, quien añade que al detectar en el primer trimestre que la madre tiene el virus, es posible evitar el contagio, con la administración de medicamentos.
La mayor parte de los niños que son contagiados con VIH cuando nacen pueden tener buena calidad de vida siempre y cuando obtengan los cuidados necesarios: buena alimentación, administración correcta de medicamentos antirretrovirales, y el cuidado de que no estén expuestos a enfermedades llamadas oportunistas.
De eso se encargan las nueve religiosas de la congregación Pequeñas Apóstoles de la Redención, que se distribuyen el cuidado y la atención de los pequeños.
Sor Ilse da testimonio del milagro que ocurre cada día en el hogar, pues cubren un presupuesto mensual de Q40 mil para la compra de alimentos y medicinas con donaciones.
No sabe cómo, pero siempre aparecen personas dispuestas a colaborar y logran cubrir todas las necesidades de los pequeños.
Sin embargo, aún falta terminar la construcción de la escuela, que servirá no sólo para los niños del hogar, sino también para menores que viven en distintas comunidades de Sumpango, Sacatepéquez, en condiciones de pobreza.
Además, necesitan la colaboración de más médicos o enfermeras, que puedan aportar sus conocimientos gratuitamente.
La manutención de los menores requiere un presupuesto de al menos Q40 mil al mes.
El presupuesto es cubierto por la caridad de algunas personas, quienes otorgan donaciones económicas y en especie. Alimentos, ropa y juguetes educativos son bienvenidos.
Instan asimismo a personas o empresas a donar materiales de construcción, para poder terminar la escuela.
También solicitan antirretrovirales y antibióticos.
Los aportes pueden entregarse en el kilómetro 47.5 de la ruta a Chimaltenango, o comunicarse a los teléfonos 5517-6468 y 5855-7864.